«Me encanta tu pelo rapado», le dije con verdad entusiasta y alguna añoranza. Lo cierto es que hace cinco años me provoqué cortarme el pelo muy corto, luego más aún, intentar dejarlo crecer, arrepentirme, volver, en una aparente laxitud que solo era fingida. Me recuerdo siempre desde una estética arrasada —poco conveniente y convincente para el lugar donde existo. Así que haberla visto en días recientes con un cabello mucho más extenso y abrazarla desde la reja que se abre, las dos ante la inconveniencia del mundo, me pareció un fragmento apetecible. Continuar Leyendo