
Afuera la ciudad, con el trajín de gentes y prisas. Adentro, el hábitat de una calma buscada, deseada, compartida. Mientras París se vuelca a veces alegre, otras meditabunda en el incesante compás del reloj, en el hotel Shangri-La parece que el tiempo se ralentiza en favor del bienestar y la armonía. Continuar Leyendo