«Tengo la certeza de que soy una diosa», afirmó sin titubeos Helen Ceballos e inmediatamente pensé cuántas veces dudamos de nuestra propia divinidad. Y es que como partículas sagradas en este vasto universo, decidirnos por creer en que nos mueve una poderosa energía interna de luz es, ciertamente, nuestra fortaleza espiritual. De modo que su voz, que no admitía titubeos, me hizo recordar las ocasiones en que he perdido mi reafirmación como ser, como artista, como actuante en esta existencia que, como el agua, no se puede sujetar con las manos, sin embargo, es y fluye con naturalidad.
De esa rotunda contestación de la gestora cultural, fue inevitable pasar a la reflexión del cuerpo como ente de aquella sacralidad mencionada. Destacada artista del performance, percibo que Helen aspiró la pregunta que le hice sobre la significación del cuerpo como el cayado donde sostiene y expresa a viva voz su trabajo. «Yo pienso el cuerpo, en principio, como eso que me encarna, como mi patria — yo que me he pasado emigrando. Mi cuerpo es mi único país de origen», sostuvo y expuso que «el cuerpo es un terreno donde puedo sembrar significados». Y en esa hibridez de conceptos e investigaciones, en los que destacó la presencia del yo real y el yo virtual, la migración y los traslados, y la imagen de lo virginal, entre otros, conversamos acerca de Mezcolanza. Continuar Leyendo