La existencia es una fragilidad. Esa cualidad finita de la vida es propulsora de las más grandes gestas individuales, que construyen al colectivo. Y es que en el sentido atento de que no nos sobra el tiempo vamos en el movimiento incesante hacia el alcance de la felicidad. Aunque ese concepto es ampliamente discutido es a su vez la abstracción más anhelada. Cuando la narración personal se enfrenta al dolor, el deseo por experimentar el estado feliz se convierte en la máxima, en el principio que nos conduce -en el mejor de los casos- a la movilización. Así, la felicidad y la búsqueda de ella (en todos los modos en que se entienda este término) son activas. Continuar Leyendo