Doce versiones de soledad o cuando la carencia se comparte

El insomnio me retuerce casi todos los días. No dudo que tenga que ver con un sentimiento de vacío inmenso que se agolpa en el llanto nocturno como si no pudiera mediar la lógica. De modo que a esas horas opto por trivialidades que espero fervorosa que me ayuden a coger el sueño. 

Desconozco la razón por la cual anoche salí del marasmo cibernético para tomar una expedición importante hacia el libro que había escogido por una inclinación absoluta hacia el título. Lo leí en unas cuantas horas. No dormí hasta dos horas más tarde de haberlo finalizado. Si las soledades —así en plural, como cada quien vive sus afecciones— de los personajes son vastas e hirientes, imagine cómo mi carencia se desplegó en números no imaginados. 

Doce versiones de soledad, de la escritora puertorriqueña Janette Becerra, es un libro ágil en cuanto a la concepción de la palabra, mas debe desentrañarlo con minuciosa atención si quiere sorber de las particulares privaciones de los seres que circundan la obra. Así, la soledad parece ser un estrépito silencioso y obstinado que en muchos casos nos acerca y nos fuerza a la desaparición. Como animales conscientes de la hora de la extinción, vamos postergando la llamada hasta que se hace evidente el enfrentamiento. «Las cosas tenían que ser así. Teníamos que encontrarnos ahora», aseguró Eduviges en Mano Santa (página 157). 

Enhebrado mediante la disposición de doce relatos y una aproximación al 13 supersticioso, las narraciones abren con citas o alusiones literarias que no hacen más que incrementar el desasosiego. Ciertamente, la autora alcanza la maestría en provocar el gesto absorto de los lectores, muy particularmente en una destreza grandiosa en la elaboración de los finales. Por su parte, los personajes —incluso cuando poseen cualidades supremas como Soledad en Soledad perfecta tienen tanto de humanos como un plato de comida caliente sobre la mesa. «Acorralada por su perfección insoportable, le pidió a Dios que existiera y que le concediera la ignorancia, el salario miserable, los hijos, el amor. Todo le fue negado. Dios era imposible para su razón insobornable», cuenta el narrador en el relato antes mencionado (página 111). 

Dorso del libro “Doce versiones de soledad” de Jeanette Becerra. Foto: Valeria Falcón.

Pero tanto el libro te invita a escudriñar en los armarios íntimos de dichos personajes como lo hace con la portada. Un tipo de trompo marca el contorno de una escalera en una ciudad histórica. El objeto giratorio señala el descenso a la nada. De forma repetitiva, la soledad se hace clara y contundente en esta obra que abarca el gran dolor de lo desaparecido y como plaga parece querer propagarse. «Con meticulosidad iba preparando dos bultos: uno destinado a la basura y el otro a cualquier centro de donación, por si alguien podía aún sacarle provecho a tanta miseria» (El regalo, página73).
La soledad es tanta que es compartida. Algo así como que su soledad era tal que se abrazó a sí mismo con tanta intensidad hasta que se convirtió ya en dos personas solitarias.

Doce versiones de soledad
Autora: Janette Becerra

Páginas: 193
Género: libro de cuentos
Ediciones Callejón

Doce versiones de soledad está disponible en Casa Norberto, ubicada en el tercer piso de Plaza Las Américas. Para información, comuníquese al 787-705-4695 o acceda a la página de Casa Norberto Libros & Cafébar en Facebook.

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