Ropa de segunda mano o la aceptación del desprendimiento: El Mercado libre y otra manera de interactuar

La condición de los objetos tiene dos vertientes: o creas un tipo de apego hacia los mismos o te deshaces de ellos como si les hubiera caído una maldición. No se puede negar que por diversos motivos originamos un tipo de relación con las cosas que más allá de su valor económico se convierten en una metáfora de la memoria.

Sin embargo, el consumismo procura que sigamos adquiriendo más y más, y así vamos otorgándole una estimación desmedida o — luego de algún tiempo — un rechazo irracional. Esto sucede frecuentemente con la ropa. Hemos aprendido del capitalismo una correlación entre el estándar social y de vida y lo que poseemos. Todo tiene que ser nuevo, ser mejor, ser la última tendencia. Y con la prisa de la tecnología no es materia descabellada pensar que se configure un ritmo insano de compra y de sentimiento de necesidad.

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En relación al tema de la vestimenta, mucho se pasa por alto que una variedad de reconocidas marcas se enriquecen a costa de la explotación de sus trabajadores que laboran por sueldos míseros en condiciones infrahumanas. Y, ¡ualá!, esa es la ropa que se nos ofrece como manjar de los dioses.

Es por ello que — aun cuando en la Isla se observen más establecimientos que surgen de la idea de productos económicos de segunda mano — todavía hay muchas personas que se rehúsan a ser parte de ese tipo de comercio. «La creencia de no usar ropa de segunda mano es mágico-religiosa; está en la mente», expuso la fundadora de El Mercado Libre, Melissa Cortés para agregar que «todo es cuestión de actitud. No es la ropa sino cómo tú te sientes».

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De esta manera, El Mercado Libre, centro comercial renovado recientemente se enfoca, además de proveer productos hechos en Puerto Rico, en ofrecer un espacio maravilloso para una forma distinta de interactuar con las personas y con los objetos. Así, cada segundo sábado del mes puedes rentar un espacio para vender o intercambiar lo que ya no usas, no quieres o, simplemente, prefieres que otro lo utilice y que no llegue a ser un desperdicio más de los que ya tenemos. «Al año, se botan toneladas de textiles y los vertederos están llenos de ropa que otros pudieran darle uso», afirmó la empresaria que aseguró que la ropa que no se llega a vender se dona.

Ciertamente, tal como manifestara Cortés, la ropa cobra vida porque a través de ella se forma una memoria de momentos en los que ese ajuar fue parte de un pedazo de nuestra existencia. «Soltarla es un acto de liberación», dijo.

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Y en ese acto de despojo de lo innecesario, sin duda, se retoma el vínculo con lo verdaderamente importante. Para esto, El Mercado Libre tiene un café en el que se ofrece la bebida de caficultores puertorriqueños y La Cruditería, un restaurante que impulsa los productos agrícolas de la Isla.

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«Tanto el café como el restaurante reciclan todos los desperdicios orgánicos», confirmó Cortés y enfatizó que el concepto general es fomentar la economía del País mediante, incluso, de eventos de arte y cultura.

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El lugar, diáfano con tonos blanco y amarillo, y estanterías en madera realizadas por el arquitecto boricua Jorge Martorell, invita a permanecer por horas compartiendo con los asiduos y los nuevos visitantes, sabiendo que estás apoyando lo de aquí.

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