Durante la década del 1930, una emergente modernidad Escandinava compuesta por Islandia, Suecia y Dinamarca, competía ferozmente por dominar los nuevos mercados europeos. En esta carrera, la industria danesa se impuso a sus competidores con un estilo sencillo que enfatizaba el bienestar en el espacio doméstico. La calidad de sus productos adquirió fama internacional para una generación de consumidores cada vez más exigente en cuestiones de diseño. El talento de los jóvenes artistas daneses en conjunto a los materiales importados de Alemania produjo un popular mobiliario orgánico y racionalista.

Keere Klint, miembro de la Real Academia Danesa, encaminó a toda una generación de diseñadores hacia el antropomorfismo del diseño. Su visión como director de la Escuela de Arte Arquitectónico de Copenhague buscaba crear productos con los que el cuerpo humano se integrara con naturalidad. Sus estudiantes observaban minuciosamente las poses que la anatomía humana es capaz de asumir como una parte esencial de estudios. El pupilo de Klint debía tomar especial consideración el bienestar de las personas y la funcionalidad de sus productos.

Uniendo estos principios de diseño con su afinidad íntima por la plata, Kay Bojesen creó una rica variedad de utensilios para el consumo de alimentos. Al diseñar sus cubiertos Grand Prix, Bojesen se enfocó en estilizar el acero pulido de manera elegante y ergonómica.

Los daneses no dudaron en buscar inspiración en una rica tradición ceramista. La arcilla y su relación íntima con las manos del artesano produjo unas piezas robustas de terracota. El fabricante Royal Copenhagen preservó los secretos de la industria cerámica desde el siglo XVIII e integró su conocimiento con las innovaciones de la generación jóven del nuevo siglo.
Muchos diseños de la modernidad danesa forman parte de nuestra cotidianidad doméstica. Su modestia y sencillez se destaca sobre la artificialidad de las modas pasajeras. Algunos de sus íconos en la industria mobiliaria son la Silla 3107 (1955), el diván PK 24 (1965) y la Silla Redonda (1949); utilizada por John F. Kennedy en su debate con Richard Nixon de 1960.