Omar Torres Molina o la verdad del gesto

La gorra verde que articulaba: “Isleño” no desentonaba con sus espejuelos redondos y pequeños como el de algún antiguo boticario. No recuerdo haberlo visto tomar de su pocillo, quizás lo hizo tan rápido que ni cuenta me di. La conversación comenzó distinta a otras. Y yo, que iba dispuesta a concluir lo más rápido posible la entrevista por consideración al día que era y a él, me vi en una charla franca y distendida tal como si dos amigos se hubieran reunido al ritual matutino del café.

Lo curioso fue su gesto de preguntar por mí. Eso siempre se agradece porque entonces el acto de preguntas y respuestas pierde su rígida tecnicidad y atrae para sí el elemento improvisador de lo cotidiano. Sin embargo, noté que esa soltura iba — a su vez — acompañada de una intensa reflexión que se hacía patente en sus dedos sobre las sienes mientras una mirada que observaba más para adentro que para ninguna otra parte elaboraba pausadamente las palabras que vendrían después. No es una contradicción, aunque pueda parecerlo. Creo que tiene que ver con lo que en el tarot es la carta número 14: La Templanza; ese balance muy auspicioso entre la gracia y el pensamiento detenido. Mientras que en ocasiones utilizaba constantemente el gesto de las manos, hubo un momento en que su atención estaba tan concentrada que sin darse cuenta (imagino) creó un triángulo con sus brazos en alto mientras las manos sostenían los bordes de la gorra. Hay siempre algo místico en la acción de observar al otro. 

Obra teatral “Dentro de la Tierra”. Foto: William Vázquez

«Lo que más me atrae del arte es el encuentro», dijo para hablar sobre el proceso en el que tanto los actores como los espectadores coinciden y pareciera que se transforman en uno mediante la energía que permite que todos se concentren en algo por instantes, por minutos, por horas. 

Obra “El Principio de Arquímides”. Foto: Joa Rodríguez

De Omar Torres Molina se conoce tanto sus aspectos profesionales como actor, director, productor y otros quehaceres en el teatro. Por ello, aun cuando mi primer llamado a su atención fue conocer más acerca de su trayectoria artística, luego pensé — por algunas imágenes caladoras que había visto de sus interpretaciones- que el objetivo era conocerle en su faceta de ser. 

«Me he quitado muchos miedos. En la etapa actual soy bastante libre», expresó, quien considera el arte como una forma de manifestar las inquietudes personales y alcanzar (o no) que las personas que concurren frente a un escenario se conviertan en aliadas de las provocaciones (en el sentido más armónico de “mover” emociones). 

Obra “Love Love Love”. Foto: Neysa Jordán

Ahora, ante la nominación por la mejor producción extranjera de los Premios ACE (Asociación de Cronistas de Espectáculos) en Nueva York, gracias a la representación de Las heridas del viento en Fuerza Fest 2018, Omar — quien junto a Carlos Miranda habían obtenido un premio como mejor elenco —, involucrado en múltiples tareas teatrales e incluso de cine, reconoció estar en un “momento de caos creativo”, en el que no ha podido ejercer tanto la función de productor (su productora nombrada Anilom). 

«A partir de la crisis se comenzó a ver que se podía hacer arte tanto afuera como aquí. Se abrió (la búsqueda de oportunidades) por necesidad. No es hasta un momento crítico que te das cuenta de que puedes hacer otras cosas», sostuvo. 

Obra “Luna de cristal”. Foto: Cristina Vives

De no haber sido artista, hubiera querido ejercer la psicología e incluso la astronomía. Pero como le apasiona el arte, Omar es un espíritu entregado a lo que hace, aunque reconoce lo que él llamó “la necesidad de la inercia”. «Hay que aprender a disfrutar de los momentos de ocio. Esa mentalidad de que tienes que estar haciendo algo todo el tiempo es mala», puntualizó para compartir sus aficiones como la música y la lectura. 

«El arte más directo es la música. Siempre que voy a entrar en algún proceso, la música es vital», comentó para agregar que incluso le crea playlists a los personajes. 

Obra “TAPE”. Foto: Pepe Lara

Definitivamente, Omar sabe que el arte es un acto de no juicio donde entiendes a los demás. Por mi parte, en ningún momento juzgué su juego inconsciente con la gorra. Mientras comenzó la conversación con la prenda muy bien puesta y de frente, pasó por ponérsela de medio lado hasta concluir de vuelta a la forma inicial. 

Se iba para Utuado, su pueblo natal, a estar con su familia. Le agradecí el tiempo, pero debí decirle: “gracias por los gestos”. Y es que en el gesto, no sólo aquello que implica corporalidad sino alma, se expresa nuestra verdad. Y la certeza de lo transparente o tal vez de lo traslúcido es lo mejor que podemos ofrendar. 

 

Foto de portada: Obra teatral “Las heridas del viento”. Foto por Michael Palma.

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