Un solo plano secuencia (aunque he leído que es arriesgado; algo así como La soga, de Hitchcock), en ángulo cenital, o sea, por encima de nosotras, en una única locación, al final de las dos horas, un fundido en blanco nada convencional. De esta manera recreo nuestra conversación si fuera filmada. Ella, experta en el quehacer cinematográfico, seguramente tendría una mejor visión escénica.
Para esta fecha ya se habla y se publica sobre su más reciente filme: La Pecera, que se encuentra en etapa de desarrollo avanzado, se prevé su rodaje a principios del próximo año y cuenta con el apoyo del Programa Ibermedia. Pero el encuentro, que comienza sobre la vinculación de Glorimar con la presentación del proceso creativo ante la comunidad, se mueve de ese proyecto —su primer largometraje— hacia los recovecos del cine, desconocidos al menos para quienes no ondulamos por el séptimo arte.

«¿Para qué mostrar los procesos?», alguien me preguntó alguna vez. Guionista y directora, Glorimar tiene la respuesta cierta. Y es que la etapa solitaria de la escritura requiere asimismo una especie de confrontación buena ante el ojo público, conocer sus pareceres, y darles la posibilidad de reconocer cuánto tiempo, energía, esfuerzo, planificación y organización se necesitan para la realización de una película, que nosotros solo vemos en la ofrenda final de la proyección. Esta apertura de la dinámica de la creación es en esta artista multidisciplinaria una consecuente a su maestría personal y profesional acerca de las dimensiones del arte y la hondura de la producción cinematográfica.
De modo que, aun cuando en lo que transcurre nuestra charla persiste en la esencialidad de una etapa de desarrollo de proyecto cuidadosamente pensada, sabe que la fluidez es necesaria para acceder a espacios orgánicos y de improvisación que añaden a la experiencia fílmica. Puede decirse que algo parecido ocurrió en la selección de la actriz que protagoniza La Pecera: Kairiana Núñez Santaliz (en el personaje de Noelia). Incluso cuando la guionista trabaja en sus escritos sin predisponerse a rostros específicos de actrices y actores, admite que Kairiana —destacada actriz, performancista, artista boricua— siempre ha estado en sus «consideraciones». Cuando la directora habla de Kairiana lo hace con el ímpetu de quien agradece «su humildad y su desempeño», y afirma sin dudas que es una de las mejores en su generación. Me toca asentir. Conozco a Kairiana hace aproximada y escasamente dos años, y tengo la misma percepción. Por otra parte, del experimentado artista, actor, fotógrafo, Eddie Díaz —quien forma parte de la obra antes mencionada— tengo gratos recuerdos de admiración.
Biopsia (Biopsy) from CANICA on Vimeo.
Desconozco cuántos minutos han pasado, mas cada agitación sutil de las manecillas me confirma que en Glorimar reside un aspecto que siempre valoro y me causa asombro todas las veces que lo observo: hay en ella y en su consigna artística un extremo apego a lo veraz; lo que da pie a que entre su proyección como artista, sus personajes y nosotros suceda el guiño, la complicidad. Además, esa búsqueda de lo real en la ficción (es solo mi subjetiva comprensión de su trabajo, y tema profundo para desarrollar en otros textos) nos autoriza a entrar a unos portales que quizás no habíamos vislumbrado. En este caso, la colaboración fundamental de Amarilis Ortiz, mujer a quien se le había practicado un procedimiento quirúrgico conocido como ostomía, fue no solo generosa sino indispensable para la creación visual del personaje de Noelia.
Indudablemente, ese tono auténtico se origina en el guion. «Es la columna vertebral de un proyecto cinematográfico», dice y agrega que: «Creo mucho en la reescritura». Por su parte, señala la importancia de ahondar en la educación de la escritura de guiones, como en la especialización de otras áreas del cine, que en Puerto Rico se encuentran de manera reducida a nivel académico.

De ahí, pasamos a las reflexiones acerca del cine nacional, del que Glorimar está muy empapada. En el reconocimiento de la «incertidumbre» que acapara a las cintas puertorriqueñas, la también consultora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico (MAC) para la realización de la nueva unidad audiovisual sostiene varios temas de gran pertinencia, por citar algunos: a) la carencia de fondos que permitan la profundización en la etapa de desarrollo de los proyectos; b) la inequidad con la que tienen que lidiar los realizadores boricuas en la cadena comercial de divulgación; c) la falta de promoción de las artes en la educación [«por lo que creas personas que no consumen (referente a la apreciación artística) desde un análisis crítico»].
Tal como apunta Glorimar, «los cineastas somos voces críticas». Ciertamente, en el ejercicio de la producción del cine nacional además se asienta una afirmación de identidad(es). Y en la sustentabilidad del oficio de ser artista, ella —quien igualmente trabaja en la confección de instalaciones y ha sido responsable de la fotografía fija en rodajes— señala que es «cuesta arriba» y que se debe mirar a los logros en este tema del proyecto agroecológico del país.

Preparada a su vez en el campo de la sociología y galardonada con varios reconocimientos y trabajos comisionados, Glorimar —que ya atiende su próximo proyecto, luego de La Pecera, una instalación relacionada a las mujeres que han padecido la violencia de género— es una artista de mirada perspicaz. La imagino escribiendo sola sus relatos, su narrativa, en el viaje que transcurre entre y en los planos ¿ciertos? y los ¿fingidos?; un tipo de locura buena por los confines difusos de la escritura.
Ahora vendría bien un barrido (técnica de transición audiovisual) para transferirnos a otro tiempo, a otro espacio. La calle. Donde nos despedimos. Quizás seguras de algún próximo encuentro.
Acceda a www.glorimarmarrerosanchez.com.