La historia de la civilización, muchas veces, narra el cuento de la represión. O sea, son innumerables los casos en los que los seres humanos han visto castigado su impulso vital, su instinto, su intuición. Se nos ha educado, generalmente, para la autocensura, para el miedo, para la falta de espontaneidad. Hemos creado la falsa ilusión que atreverse a ser quien uno es, en la verdadera esencia, cabe como un acto de incorrección. Navegamos en contra de nuestra naturaleza; cuando en realidad, mostrarse tal cual se es supone no solo una acción de amor propio sino de amor y bondad hacia los que nos circundan.
Lo conozco hace años. Sé de su maestría para provocar la risa, pero reconozco que escucharle con el detenimiento que provocan dos cafés y una tertulia me provocó soltar, dejar ir toda aquella preconcepción que hacemos de las personas para adentrarme a su particular universo. Y es que Erik Rodríguez, conocido en las redes sociales como “Chicho”, ha convertido una extensa historia de obstáculos (que me atrevería a decir que él llamaría oportunidades) para fabricarse a sí mismo. “Yo no estoy cómodo siendo la víctima”, sostuvo, quien había comentado de las largas y muy oscuras noches que ha pasado.

Incluso así, conociendo en su propia carne las tantas vicisitudes, el actor decidió hace mucho vivir su profesión, partiendo desde la incomodidad y un acercamiento a los límites mediante la improvisación (conocida también como impro). “Tu razonamiento analítico y crítico va a querer censurar tu creatividad”, dijo para añadir que “la improvisación es el resultado, lo que viene después de confiar en tu instinto”.
Indudablemente, todos los que de alguna forma u otra nos hemos acercado a la impro podemos distinguir fácilmente la dificultad que conlleva. Como mencionara el entrevistado, en esta disciplina todo conlleva un riesgo. Según él, quien ejecuta este arte posee tres cualidades: es un maestro en convertir el error en oportunidad; para el improvisador todo suma; y es capaz de adaptarse a todo.
Ya va para muchos años que este artista creó lo que ya se reconoce como improterapia. “Es el estudio científico de la improvisación al servicio de la autorrealización”, explicó y aseguró que “el mayor beneficio es que te hace probar tus capacidades y tus límites”.
Ciertamente, la impro otorga una libertad a quien la ejerce, mas eso requiere igualmente una responsabilidad en conocerse, en conocer, en escucharse, en escuchar. Va ligada inherentemente al enfrentamiento con los propios espejos. De esta manera y aceptando que ni el improvisador ni el público saben a ciencia cierta lo que va a suceder, Erik se ha sumergido en un proyecto que a mi entender sostiene la afirmación de la proximidad a las posibilidades frecuentemente menos imaginadas: Impro al cubo. El mismo es una obra de teatro completamente improvisada, en la que se presentan tres actores (en este caso le acompañan los artistas Helena Ramírez y Esteban Ruiz), tres monólogos, en tres cuartos de hora. Con dicha propuesta, Erik y sus compañeros ganaron el primer lugar en una competencia contra equipos japoneses, en Tokio, 2015.

Por su parte, con su improterapia, el actor ha recorrido diversos países, desde España. Perú, México, Inglaterra, Italia, hasta ciudades en Estados Unidos. Luego de puntualizar que la impro es un juego (que él se toma muy en serio), aclaró que, contrario a la creencia popular, la mente es nuestra aliada y se preguntó el porqué le tenemos tanto miedo a soñar, a crecer, a evolucionar, a fracasar. “El fracaso es un maestro”, expresó.

En este próximo año que se acerca veloz, Erik ya tiene pautadas unas giras con su improterapia y su Impro al cubo. Visitará Colombia y Perú entre febrero y marzo de 2018.
Finalmente, nos despedimos luego de una agradable conversación. Yo, al menos, con una certeza: quiero entrar a jugar, desapegarme de los temores, vivir libre, sin miedo al juicio y al prejuicio. ¿Y usted, aceptaría la invitación?