Da’ Vinci y la copia de Mona Lisa

Hubo momentos en los que Leonardo tuvo dificultades para pintar debido a su perfeccionismo y a sus numerosas ocupaciones, y sus discípulos lo hicieron por él.

Las reflectografías de las dos principales versiones de la Virgen del huso confirman que fueron ejecutadas simultáneamente por alumnos tanteando diversas opciones de composición y siguiendo instrucciones del maestro, que podía ver así cómo funcionaban sus ideas cuando eran ejecutadas por otros. Los discípulos no siempre partieron de prototipos pintados.

El Niño Jesús abrazado a un cordero Pintor Lombardo (¿Taller de Leonardo da Vinci?) Óleo sobre tabla, 72 x 56 cm 1520-30 Madrid, Fundación Casa de Alba

Uno de los objetivos de Leonardo fue simular el volumen y la sensación de difuminado de los cuerpos al interactuar con el entorno. El relieve escultórico que dio a sus figuras, ayudándose de una base terrosa para modelar las transiciones de la sombra a la luz, lo ejemplifican el cartón de Santa Ana y, de un modo más sumario, algunas obras de sus seguidores, como el Niño Jesús abrazado a un cordero o el Salvador adolescente. Solo un discípulo indirecto, Andrea del Sarto, supo llevar a la práctica sus complejas observaciones sobre estos asuntos.

El Salvador adolescente Atribuido a Giovanni Antonio Boltraffio (1466/67-1516) Óleo sobre tabla, 25,3 x 18,5 cm h. 1490-95 Madrid, Museo Lázaro Galdiano


Los estudios técnicos han confirmado que las copias de las obras más apreciadas por Leonardo –las de Mona Lisa, Santa Ana y Salvator Mundi- se hicieron junto a él y bajo su supervisión. La elaboración de todas ellas es muy cuidada, los materiales son costosos y conservan la personalidad de quien las hizo, un autor aún no identificado. Dos de ellas reproducen estados intermedios de la lenta ejecución de los originales, lo que las convierte en testimonios excepcionales
de las reflexiones y correcciones del maestro durante su creación.

Mona Lisa (antes de la restauración) Taller de Leonardo da Vinci, autorizado y supervisado por él Óleo sobre tabla, 76,3 x 57 cm 1507/8-1513/16 Madrid, Museo Nacional del Prado
Mona Lisa (después de la restauración) Taller de Leonardo da Vinci, autorizado y supervisado por él Óleo sobre tabla, 76,3 x 57 cm 1507/8-1513/16 Madrid, Museo Nacional del Prado

El examen de las pinturas salidas del taller vinciano descubre aspectos de la personalidad artística de sus integrantes. Informa también sobre su aprendizaje junto a Leonardo, centrado en la observación y comprensión de los fenómenos lumínicos y cromáticos que este tanto se esforzó en reproducir. Siempre que las obras de sus alumnos respondieran a los objetivos que él había definido para el arte, estuvo dispuesto a cederles ideas para que experimentaran diversas formas de pintar.

Leda A partir de Leonardo da Vinci Temple sobre tabla, 115 x 86 cm 1510-20 Roma, Galleria Borghese

El análisis comparativo de las reflectografías infrarrojas de la Mona Lisa del Louvre y su copia del Prado revelan idénticos detalles ocultos bajos sus superficies, lo que confirma que sus autores trabajaron en paralelo y que el copista reprodujo gran parte del proceso de elaboración del original, sin tratar de suplantarlo. Muchas modificaciones invisibles en la Mona Lisa de París se repiten en la tabla de Madrid. En esta también se observan correcciones y líneas de dibujo libre, sin relación con el original, que reflejan las dudas de nuestro pintor y nos hablan de un proceso más complejo que el de una simple copia. Los estudios llevados a cabo sobre las pinturas salidas del taller de Leonardo desvelan prácticas gráficas y pictóricas comunes que demuestran que, aunque este supervisó a sus discípulos, dejó que mantuvieran su propio estilo. Sin embargo, la idea vinciana de que la reproducción de la naturaleza no debía estar mediada por la mano del artista los incitaba a disimular las pinceladas y los trazos en la superficie de las obras. El modo de difuminar la materia de cada alumno fue muy personal. Algunos utilizaron los dedos y otros, emulando la técnica gráfica de su maestro, crearon diminutas redes de trazos blancos y rojos sobre bases grises, perceptibles
solo en macrofotografías.


La importancia que dio Da Vinci a sus ideas se confirma en los cuadros ejecutados por sus discípulos a partir de su obra gráfica, entre ellos lo de Leda y el cisne, una composición solo pintada por ellos y de la que existen diversas variantes. Se conservan bocetos de Leonardo para el peinado y la postura de la reina, semiarrodillada y en pie. Las pinturas conservadas, excepto una, obra de Giampietrino, muestran así a la figura. El reto que se les planteó a sus autores al representar el asunto fue aunar el cuerpo y el paisaje ayudándose del cabello y la vegetación como elementos transmisores de movimiento, efecto que Da Vinci reprodujo de manera ejemplar en los dibujos. Las versiones pintadas de Leda son una clara muestra de cómo los seguidores del maestro aprovecharon sus ideas y material de trabajo. Así se descubre en la Leda de Giampietrino, cuya reflectografía revela un sistema mecánico de traspaso de la composición al soporte a partir de un cartón, quizás original de Da Vinci, y bajo ella otra composición del maestro trasferida previamente, la de Santa Ana.

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