El título de esta nota puede provocar múltiples interpretaciones filosóficas. No es para menos. Tanto la locura como el arte son conceptos amplísimos, discutidos a través de los siglos con divergencias notables. Sin embargo, el arte cuenta, generalmente, con un estándar elevado, mientras que a la locura se le margina.

Yo, al menos, no concibo el uno sin la otra. Desde que aproximadamente a mis 30 años de edad reconocí que debía salvarme no se me ocurrió otra manera de hacerlo que creando arte, incluso cuando no me había instruido para ello.

Diagnosticada con el Trastorno Obsesivo Compulsivo y, posteriormente, con el Trastorno Límite de la Personalidad o Borderline todo cobró sentido. De manera que comencé los pinitos artísticos en el movimiento corporal y luego pasé — de manera que no logro descifrar — al performance o el arte de acción.

Siempre he descrito este último como el arte en el que el cuerpo es la materia prima y más que una obra final, es el proceso el que sugiere su necesidad y urgencia.

El llamado al principio fue tímido. Mediante mis acciones performáticas lograba una especie de redención que no lograba rescatarme del todo. Pasaron varios años hasta que lo tuve claro.

Mi propósito existencial de quebrar tabúes concedidos a los trastornos mentales y la lucha por la justicia social en este tema jamás podría lograrlos sola. Así que comencé a bosquejar lo que mucho después ocurriría por autogestión.

El pasado domingo, 26 de agosto se llevó a cabo el evento Cortocircuito sin tabúes: acción artística por la salud mental, en El Bastión, Viejo San Juan. Un junte de artistas en diferentes disciplinas y expertos en salud mental hicieron realidad lo que tanto había ocupado mi cabeza.

Diseñada la actividad por estaciones, la audiencia se movía a través de las mismas para presenciar las propuestas de cada creativo que elaboró una pieza conforme a la salud mental. Luego de dichas presentaciones, el psicólogo clínico Dr. Gerardo Estrada Ferrer del Instituto de Bienestar Integral; la directora del Centro para el Estudio y el Tratamiento del Miedo y la Ansiedad, Dra. Karen Martínez; y Lise Escobar Gelinek, facilitadora educativa de artes expresivas en multimodalidades, constituyeron un panel en el que, entre otros temas, conversaron acerca del arte como instrumento esencial en la práctica sanadora. Por su parte, la Universidad Carlos Albizu ofreció pruebas de cernimiento sobre ansiedad, depresión, motivación y capacidades cognitivas.

Pero el evento no quedó ahí. Gracias a la iniciativa de Lise Escobar Gelinek, los asistentes pudimos crear un gran círculo-caracol donde repetiríamos la poderosísima meditación-mantra del Ho’oponopono: «Lo siento, Perdóname, Te amo, Gracias».

Percibo que allí todos estábamos con el espíritu receptivo para la comprensión, la empatía y la solidaridad. Agradezco a los artistas Elimar Alicia Chardón Sierra, Gabrielle Timofeeva López, Alejandro Cirilo González, Lise Escobar Gelinek, Ruth Figueroa, Ileanamarie Ruiz, Yazmín Maldonado Peña, Sharra Fermín Lavender, Keyshla Marie De Jesús, Loriane Serrano Hernández y la Asociación de Arte-Sanación de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico por confiar desde su base originaria en esta propuesta. Además, a la Maestra de Ceremonia, Laura Aquino González, por su maravillosa labor, y a los artistas argentinos Esteban Parola y Alan Robinson, quienes enviaron sus composiciones audiovisuales.

«Mi experiencia participando en Cortocircuito sin Tabúes fue una muy grata, además de enriquecedora, ya que me obligó a documentar sobre un tema pertinente. Pienso que este tipo de gestiones son necesarias para aprender a ser realmente inclusivos, tolerantes y respetuosos con las diferencias físicas, anímicas y neurológicas de cada individuo», comentó la música Elimar Alicia Chardón Sierra.

De otro modo, la bailarina y psicóloga Yazmín Maldonado Peña expresó: «Cortocircuito sin tabúes, desde su convocatoria, me pareció un esfuerzo pionero en el contexto puertorriqueño, ya que se habla abiertamente del tema de salud mental desde la experiencia de las personas que lo padecen, lo sufren, lo cargan socialmente y, a su vez, lo sanan. Esta última me parece la cualidad más particular del evento, ya que proveyó un espacio activo para la sanación. Más que una experiencia meramente estética (asunto que es vital porque es parte del proceso de catarsis y transformación), Cortocircuito significó para mí un espacio de apertura para la creación de arte que sana. Comenzamos a sanarnos desde la creación de las piezas hasta el mismo día de presentarlas ante un espectador hambriento por comprender el tema y sus implicaciones. Vi un público atento y curioso por llegar a la médula de los temas presentados mediante las distintas intervenciones artísticas».

Por su parte, la artista Ileanamarie Ruiz sostuvo que: «Vamos a colaborar hasta que se haga conciencia sobre quebrar todo tabú que limite y que no sume a la salud mental en Puerto Rico y más allá. Falta que nos eduquemos más, falta más empatía, falta más amor, falta que accionemos por la salud mental. Este evento vino a romper los esquemas y remover gríngolas. Necesitamos que siga surgiendo y que los artistas nos sigamos uniendo».

Sin duda, nuestra acción social no debe quedarse en la celebración de un evento; es un compromiso diario. Por mi parte, no sólo vi un anhelo propio concretarse sino que me confirmó que los «locos unidos jamás seremos vencidos».
Foto de portada: Anaís Nadal