Cuánto se ha escrito sobre el arte. Es un concepto que nunca jamás tendrá su fecha de expiración. Circunstancia dada por su condición nacida con el ser y — por lo tanto — su complejidad para alcanzar el consenso. De modo que intento no perderme en la “clasificación simplificadora”. Me parece que a él tampoco le entusiasma mucho adjudicar etiquetas.
Aun cuando su estilo pictórico pudiera estar dentro de la neofiguración y el neoexpresionismo — como el artista comentó —, acaso valdría la pena repasar otros asuntos que finalmente terminan ligándose. Su cabeza estaba envuelta en una gorra muy personal; decía: “Nel-Oleum. Stop Rust!”. Luego de escucharle por un poco más de una hora, me convencí — en mi subjetividad — de que el modo imperativo de la oración (algo así como: “Detén la corrosión”) se relaciona tanto con su arte como con su forma de comprender la existencia. Podría afirmarse que un tema no puede separarse del otro.

En lo absoluto me imaginaba que la conversación abordaría — casi por completo — lo filosófico. Desde su residencia en Ponce, Nelson Nel Figueroa decidió «ser puertorriqueño y artista» en el espacio-ciudad que le provee la costa sur. Consciente de que «el arte no tiene que ocurrir en un solo sitio» — refiriéndose a la importancia de la descentralización del arte —, él realiza un oficio muy introspectivo que — a mi entender — roza el necesario límite del pensamiento existencial.
Pinta todos los días en un tipo de radicalización de lo que es hacer y ser arte. Convencido de que a su obra lo permea lo caribeño, en cuanto a la potencia del color y la simbología que trabaja, reconoció a su vez que en la consideración de lo sencillo también puede haber sofisticación. Elementos como el sarcasmo y la broma aparecen en sus piezas, colmadas también de personajes andróginos que resaltan la ambigüedad. Ahora, trabaja en lo que llamó «esculturas grotescas».

Graduado de la Escuela de Artes Plásticas, y con un Bachillerato en Trabajo Social, concentración en Sicología, Nel confirmó que «el museo es la escuela» y que «hay que devolverle la magia a la pintura». A través del óleo — narró —, logra una cualidad que destacó: «La coloración siempre está cambiante, como la vida». Y él lo sabe de primera mano. El paso del huracán María se llevó consigo su taller de arte. Lo mencionó, pero no hizo énfasis en eso; creo que algo tiene que ver con el comentario: «aprendí el desprendimiento». Sus colegas y amigos parecen identificar su espíritu. El pasado mes de junio el Instituto de SubCultura, ubicado en la calle Cerra, en Santurce, realizó “Camaradas: Arte en Solidaridad”. Más de sesenta artistas plásticos — nacionales e internacionales — donaron obras y toda la recaudación por la venta de las mismas se destinarían a la reconstrucción del taller de Nel.

Imagino la posibilidad de que — a esta hora en la que escribo — Nel se perfuma con el agua Florida antes de iniciar su proceso pictórico (me contó su ritual), luciendo su pantalla de una cruz pequeña y su tatuaje de la perseverancia de Saturno, y se va desprendiendo del ego — al que considera hay que destruir. Intenta reencontrarse en la magia, en los significados esotéricos, convencido de que «lo que no tengo, no lo necesito».
Nota de la contadora: La utilización frecuente de palabras como “creo” y “me parece” son parte de las enseñanzas indirectas de Nel, para quien es importante reafirmar en todo momento que tal o cual son sus perspectivas y no la realidad.
Acceda a: @nelowizard, en Instagram
Imagen de portada: Título: Table Talk. Medio: Pigmentos secos, acrílico y pintura en aerosol sobre lienzo. Medidas: 11×14. Año: 2019. Imagen suministrada